El escritor alemán del siglo XIX Johann Wolfgang von Goethe sentenció que el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada. ¡Cuánta razón llevaba!
En ocasiones, el temor a fracasar nos paraliza y nos impide que nos lancemos en proyectos que nos permitan desarrollar nuestras verdaderas capacidades y mostrar al mundo -y a nosotros mismos- de qué somos capaces.
Equivocarse es simplemente un fracaso temporal. Cometer un error implica que se está en camino, es simplemente una lección de la que aprender, algo necesario para alcanzar nuestra meta. La derrota es no intentarlo.
Venzamos pues nuestra aversión al riesgo y saquemos partido a todo nuestro potencial. Ahí fuera hay sueños esperando a ser cumplidos y algún día será demasiado tarde para luchar por ellos.
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